10.6.14

York




York me tomó por sorpresa. 







York me cuesta, porque no hubo cómo hacerlo caber en mi cámara de fotos; aquí, tampoco. No hubo cómo hacerlo propio. 







York resultó ser tanto, tanto más que una parada "bonita y sensata" para seguir subiendo hacia el norte, como lo planeamos. Habiéndolo dejado hace pocos días, dan tantas, tantas ganas de volver. 








En York ninguna calle debe ser completamente recta. Es muy fácil empezar un camino y terminar dando vueltas, úes, círculos e intentos de diagonales. Es muy probable alegrarte de la desorientación que esa sinuosidad genera en ti, porque así vas conociendo más esquinas, más fachadas y más flores que hablan de mucha lluvia y cuidadosas manos jardineras.







Unos patos de la ciudad decidieron dejar un lado del parque para cruzar al otro. 








Y la ciudad respetó su decisión, admirando su ritmo y libertad. 








Esperamos su andar y, sin aceleramiento alguno, los vimos llegar. 









Frente a los patos invictos, también pude contemplar ritmo y libertad. 

El ritmo con el que rodó (varias veces) una mujer desde la cima de Clifford's Tower hasta abajo;




; la libertad con que ella rió y subió y bajó a una hora prohibida para subir. 


La libertad con que nosotras también subimos a una hora prohibida para subir. :)



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En York caminé un día completo con esta joyita de 1964. 





En York la debí dejar. 

Quedan dos meses por recorrer. No los recorreré con un juguete de 1964 que funciona todavía y toca London Bridge is Falling Down y Row Row Row your Boat mientras las ilustraciones ruedan en el interior. 

Dolió dejarla. 

Sí se ganaron un espacio unas cajitas de lata muy, muy lindas, de un salón de té y confitería muy, muy linda, también, de la cual casi me hice socia sólo para compartirles mi mail y esperar sus boletines mensuales. 


Los shortbread biscuits ya desaparecieron :)

El té será declarado. 



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El Minster es una catedral gótica, gigante, gigantesca, que no cabe en ninguna foto, demora los próximos 15 años en remodelar una sola de sus secciones, toca sus campanas de cuando en cuando y nos impresionó por su belleza!!

Me fascinó y quiero saberlo todo de ella.




















Cada foto debe ser 1/20. O 1/30. 

Es enorme. 



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En el pub más antiguo de la ciudad, parece que al gato negro (¿del dueño?) le gustaron las patas de las mesas, igual que a mí.





A nadie le molestó y nunca nos dejó solas. 


Algunos detalles significativos de esa noche en el pub nos hablaron de inclusión. De aceptación de los distintos. De integración. 





Varios detalles. 


Terminamos bailando irish folk en parejas, en medio de la mejor de las ondas, en un evento no destinado a turistas sino a familias de la ciudad y en el cual nos sentimos tremendamente cómodas, acogidas. 


Viejos bien viejos e historiadores recién graduados, el gato negro quizás: todos juntos saltamos y obedecimos a la banda de cuatro integrantes que tocó una noche en un festival folk en el pub más antiguo de una de las ciudades más bonitas del Reino Unido. 


2 comentarios:

Feña dijo...

Envidiable pub con la música folk que imagino habrás disfrutado.
Al ver la tranquilidad de los patos, no pude dejar de recordar los perros vagos de Santiago...acá no puede haber patos en los parques. Fantásticas fotos. Que siga el viaje y tan entretenido relato, espero sea el prólogo de un libro....

Maria Gracia dijo...

Estoy gozando, tío, qué rico poder compartir el viaje con usted!

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