25.7.14

Me llamo Ana

         Jueves 24, tomando un café helado que suba la presión



El domingo las cosas no mejoraron. La entrada al Museo del Prado esa tarde era gratis, pero ahí estuve yo, sentada afuera en una banca de piedra, mirando la fila que se formaba, incapaz de sumarme y entrar a conocer. Tampoco pude caminar al Parque del Retiro que está a la vueltecita. Lo sé por el mapa: todavía no voy. 

Con todo mi pesar, fui de urgencia el lunes en la mañana a un traumatólogo. Me cargan los doctores, pero no me quedaba otra si quería mejorarme y conocer los 3/4 pendientes de Madrid que (aún) quiero ver. Esta ciudad me sigue invitando demasiado. 

Al doctor le entregué un ojo de mi cara y el diagnóstico le tomó 6 minutos, siendo generosa. Los doctores son doctores aquí y en la quebrada del ají, pensé. Salvo excelentes excepciones. En fin. 

La tendinitis escapular que tienes la ha provocado el esfuerzo del acarreo durante estos dos meses. 

Ok. 

Voy a pedir a la enfermera que te inyecte estos tres compuestos (analgésicos, antiinflamatorios). 

Ok...

Toma estos cuatro remedios y si los dos primeros no surten efecto, toma estos otros dos

¿?

Siempre he pensado que el cuerpo es sabio, se puede sanar por sí solo si respetamos su ritmo y dejamos que natura colabore. Para mí, los remedios de farmacia valen poco o nada. Rara vez tomo aspirina, el trioval lo dejé de tomar hace unos años porque comprobé que no me mejora de la fiebre ni de la gripe y a este viaje traje restos: dos ibuprofenos, una aspirina y un sobre de sal Disfruta. Intactos los últimos dos, inútiles el primer par. 

Estoy en Madrid, no puedo con este dolor de espaldahombrobrazo y la idea es seguir caminando como me gusta y subir de alguna manera hasta París, de donde tomaré el vuelo de regreso a Chile. Subir por San Sebastián, el país vasco, cruzar a Burdeos, subir a Nantes y Rennes, paseos a mi antojo en auto... Me banco el cóctel. 

Compré los remedios, caminé un par de cuadras, vi un par de ronchitas en mi codo y al hotel. No podía más.

El día siguiente fue parecido y la noche igual de fatal que la anterior. ¿¿¿Así le duele a todas las personas con tendinitis??? Divagué sobre esos y muchos otros temas durante las noches de esta semana... y sorpresa: alergia. Reacción alérgica en mi brazo a los remedios #1 y/o #2. Dejé de tomarlos y partí a la farmacia por el otro par de analgésicos...

Soy de presión baja y las dos nuevas drogas, como bien le llaman los gringos, terminaron por matarme, digamos. Estuve el día entero en 180 grados, mareada. Ni leer ni escribir ni tele. Luz apagada, cuerpo y hombro en reposo. 

El hotel lo regenta un español, don Rafael, simpatiquísimo como un tío. Al ver que estuve de 12 a 8 sin salir de mi pieza, me llamó preocupado para preguntar si estaba bien y algo le conté. Me dijo que si necesitaba llamábamos a un doctor. No es para tanto, pensé. Tipo 8:30 salí a buscar algo para comer y... efecto secundario de los nuevos remedios: fatiga, náuseas, mareo. La sensación de desmayo la percibo en el acto, por lo que di una inmediata vuelta al hotel, entré al edificio (antiguo, de los que amo), me senté en las escaleras y sentí caer agua de mi cara. Sudor a goteras. Me impresioné mucho. En mi vida había reaccionado así. Me he desmayado, sí, pero nunca había estado tantos minutos al borde de un desmayo sin desmayarme, transpirando de esa manera, tambaleando tanto. 

Me "recuperé", me sequé con las manos, subí los dos pisos hasta llegar al hotel, pedí mis llaves a don Rafael y entré a mi pieza. Caí en mi cama sin pensarlo y no sé cuanto rato pasó hasta que alguien tocó la puerta. 

Me llamo Ana. 

Me llamo Ana, soy un angelito, he caído del cielo y estoy aquí para cuidarte. 

Ana era la señora de don Rafael y él le había soplado sobre mi desequilibrio en el pasillo. 

Ana es un pan de Dios que no dudó en tocar la puerta de mi pieza, entrar, tomarme la temperatura, leer la receta-inventario de farmacia del lunes y despreciarla (como yo). Escuchó mi relato, cosa que no quiso ni alcanzó a hacer el doctor del centro médico. Ana me ofreció toda la ayuda y doctores del mundo y en unos minutos, volvió con un café bien cargado ("para que te suba la presión") y un pan del bueno, con lechuga y manchego (!!).

Cómelo todo. 

Sí, Ana. 

Casi me puse a llorar una vez que me dejó sola. Por qué fue especialmente amable. Por qué es tan bonita. Tendrá hijos fuera de Madrid y en mi vio a alguna hija que cuidar. De qué país será. ¿Será polaca? Porque su acento no es totalmente español. Su apariencia tampoco. Pelo gris, ojos azules o grises, piel rosada. ¿O rusa? No sé. El pan está muy bueno, pero no sé si seré capaz de comerlo todo. ¿Podría yo dejar un pedazo en el plato? ¿Muy mala clase, después de tanta bondad? ¿Un café acompañando un pan con lechuga? Esto sí que es nuevo. Y la verdad, la combinación no la desdeñé. 

Creo que tuve fiebre esa noche, también. 

Ana permanece un misterio y ningún ramo de flores ni tarjeta podrá agradecerle su gesto. 


~~~~~


Pasé una mejor noche. Habiendo abandonado todos los remedios, fue una mejor noche para mi tendinitis. 

Hoy, tras hablar en la mañana con Ana, compré dos cremas donde unas farmacéuticas de antaño: una para la alergia y otra para el dolor del hombro. La alergia tiene para rato, me dijeron, y el dolor, quién sabe.

El antaño sí que tiene buen aspecto en Madrid. Ya quisiera yo ser una de esas señoras de vestido y abanico, sentadas en un banco frente al Teatro Real esperando que refresque la tarde (¿Ana se transformará en una de ellas en unos años? No creo). 

Pero de eso y de las pequeñas impresiones que ya voy guardando de mis trayectos entre hotel, desayuno,  almuerzo y farmacias, de los comercios de jamones y de estilográficas que veo por ahí, quiero escribir aparte. El Madrid de antaño lo merece y yo lo quiero honrar así. Al Madrid de antaño lo necesito fotografiar. Lo quiero seguir conociendo y tengo la confianza de que en unos días resultará.



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