2.8.14

Qué fue de Madrid


En esta parte del viaje no habrá vueltas en auto ni trenes que me acerquen paulatinamente desde el país vasco hacia París. Tampoco una olla de moules en St Malo.

Lo que sí hubo ya fueron dos trenes: uno que a 300 km por hora me llevó de Madrid a Barcelona y otro que me trajo desde Barcelona hasta París, haciendo en un día un camino que yo quería recorrer en dos semanas.




Los efectos del cóctel de remedios todavía se cuelan, pero de todas maneras fue un lindo camino, especialmente desde Valence hacia el norte. Lo acompañé con la música incidental de Love Actually y la ópera Carmen. Craig Armstrong y Bizet, se los agradezco





Ojalá tenga la oportunidad de volver a Madrid. A España. Recorrerlo como quisiera. Si no, no importa. Como sea, me llevo la mejor impresión de la ciudad y de los españoles. Además, con la obligada calma que tuve que mantener durante mi estadía, pude ver cosas que quizás de otra manera hubiese pasado por alto y allí hay grandes lecciones. 

Cuando pude, me saboreé los desayunos, los cafés y la prensa. 








Eso de ahí es un pepito: una masa dulce y esponjosa rellena con crema pastelera. Me comí dos :)






¡Gocé en las librerías! La Central en Callao, silenciosa y de dos pisos, con mucha variedad. Los que atienden saben lo que tienen y colaboran a que uno compre y compre. Lo mejor. 





La Central tiene un bistró que no alcancé a probar. Para la próxima. 


Paradojalmente, quizás lo que más me gustó de Madrid fue caminar por las calles. 





















































El Once es como el loto. Ya están vendiendo el "gordo" navideño. ¡Buenos para la lotería, parece!




Al Palacio Real no entré, pero ya desde fuera es impresionante. 














Yo quería que estas últimas tres semanas del viaje fueran sin planificaciones, a la suerte de la olla, moviéndome según mi ánimo, gusto y circunstancias. Todo eso ha ocurrido, pero de una manera diametralmente distinta a como yo lo imaginé. 


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